Recibir. Los protestantes, "establezcan esto entre ellos, que deben guardar el 14 ... anualmente", 2 Macabeos xv. 37. (Haydock) --- Ninguno estaba obligado a guardar más de uno de estos días, según sus respectivas viviendas. El 14 fue para las provincias, el 15 para los judíos de Susan, ver. 18. (Tirinus) (Calmet) (Worthington) --- Sin embargo, parece que ambos días fueron ordenados, ver. 27, 28.

(Haydock) --- Los judíos todavía los observan, mientras gratifican su vanidad y espíritu vengativo. El día 13 se mantiene un ayuno rígido, para todos los mayores de dieciséis, durante veinticuatro horas, durante las cuales no comen nada. (Calmet) --- Si ese día fuera sábado, o su víspera, ayunan el 11 o el 12. (Drusius) --- El día antes de la fiesta dan limosna a sus hermanos pobres, ordenándoles que consuman todo en alegría.

Cada persona debe contribuir con el medio sículo (Éxodo xxx, 13) que se otorga a quienes emprenden una peregrinación a la tierra prometida. Por la noche, cuando comienza la fiesta, encienden las lámparas y comienzan a leer el Libro de Ester, tan pronto como aparecen las estrellas. Utilizan un viejo rollo de pergamino manuscrito y, en los cinco lugares, el lector grita con todas sus fuerzas, repasando los nombres de los diez hijos de Aman a toda prisa, para mostrar que todos murieron en un momento.

Siempre que se menciona a Aman, los niños golpean los bancos con mazos; y antes solían golpear una piedra en la que estaba tallado su nombre, hasta que se rompía, ver. 31. Después de la conferencia, cenan en casa. A la mañana siguiente, temprano, regresan a la sinagoga, leen el relato de Amalec del Pentateuco y repiten el Libro de Ester, con las ceremonias mencionadas. El resto del día lo pasan alegres.

Sus maestros les permiten beber hasta que no pueden distinguir el nombre de Aman del de Mardochai. (Basnage, vi. 15.) --- También se cambian de ropa, en contradicción con la ley; (Deuteronomio xxii. 5.) y antes estaban acostumbrados a crucificar a un hombre de paja, al que quemaron con la cruz, hasta que los emperadores cristianos les detuvieron; como se concluyó, por sus maldiciones, etc., que tenían un ojo puesto en nuestro Salvador. (Calmet) Ver el cap. v. 14. (Haydock)

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