Nunca. Desde la estación de Etham; o, si seguimos a San Jerónimo, desde el de Socoth, o incluso desde Ramsés, según Bonfrere, hasta el paso del Jordán, cuando el arca suplió su escasez, Josué iii. 11. Esta nube asumió diferentes apariencias, según requerían las exigencias de los hebreos. Fue una figura de bautismo; (1 Corintios x. 1) el fuego designaba a Jesucristo y la nube al Espíritu Santo. (San Ambrosio, de Sac. 6.) (Calmet)

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