Juró; y todavía lo encontramos enfurecido por encima de toda medida, cuando Isaac, por error, ratificó la transferencia del derecho de nacimiento a Jacob; (cap. xxvii. 41.) de donde podemos deducir, que no tenía la intención de cumplir lo que prometió, ni siquiera con la solemnidad de un juramento; lo que lo hace aún más merecedor del título de profano que le otorga San Pablo. (Haydock)

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