33. Y Jacob dijo: Júrame. Jacob no actuó cruelmente hacia su hermano, porque no le quitó nada, sino que solo deseaba una confirmación de ese derecho que le había sido otorgado divinamente; y lo hace con una intención piadosa, para que así pueda establecer con mayor certeza la seguridad de su propia elección. Mientras tanto, debe observarse el enamoramiento de Esaú, quien, en nombre y presencia de Dios, no duda en poner a la venta su derecho de nacimiento. Aunque antes se había precipitado desconsideradamente sobre la comida bajo el enloquecedor impulso del hambre; ahora, al menos, cuando se le exige un juramento, algún sentido de la religión debería haberlo invadido para corregir su brutal codicia. Pero es tan adicto a la gula que hace que Dios mismo sea testigo de su ingratitud.

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