Fuego. El hebreo y la Septuaginta colocan el fuego primero, luego la leña. Era el fuego sagrado que nunca se apagaba, sino que se retiraba del altar en marchas (cap. Iv. 13), tal vez en un incensario o sartén. (Haydock)

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad