De esto se desprende que los principales sacerdotes y los abogados no ignoraban que Cristo era el Mesías prometido en la ley y los profetas, pero su conocimiento fue luego cegado por su envidia: porque de lo contrario, si hubieran sabido que él era el Dios verdadero, Nunca hubiera crucificado al Señor de la gloria, dice San Pablo. Para una explicación más detallada, véase San Mateo xxi. (Ven. Bede)

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