También sé, Dios mío, que Tú pruebas el corazón y te complace la rectitud, una mera muestra exterior de piedad sin que la verdadera voluntad del corazón sea una abominación para Él. En cuanto a mí, en la rectitud de mi corazón he ofrecido voluntariamente todas estas cosas; y ahora he visto con gozo a tu pueblo que está aquí presente para ofrecerte de buena gana, el mismo espíritu de alegre disposición impulsó tanto al rey como al pueblo.

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