Y la batalla aumentó ese día, se libró con gran amargura por ambos lados. Y el rey se detuvo en su carro contra los sirios, incapaz de llegar a un lugar de refugio a causa de la amargura del encuentro, y murió al atardecer; y la sangre corría de la herida, que no se podía curar, en medio del carro, acumulándose en charcos en la parte redondeada del piso del carro.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad