Y Saúl también se fue a su casa en Guibeá; y fue con él un grupo de hombres cuyos corazones Dios había tocado, por su propia voluntad se constituyeron en su guardaespaldas, su escolta de honor. Representaban a la mayoría de la gente, que estaba dispuesta a inclinarse bajo la autoridad del hombre a quien Dios había elegido como su líder.

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