Y el Señor visitó a Ana una vez más con misericordiosa bondad, y ella concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. Esa fue la recompensa del Señor por su piadosa confianza en Él. Y el niño Samuel creció ante el Señor, en sabiduría y conocimiento, que fluían del temor del Señor. Esa es una bendición del Señor, cuando un niño, un joven, crece en el temor del Señor, aumenta en conocimiento y en el favor de Dios y de los hombres.

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