Entonces el rey Roboam, aparentemente inconsciente de la gravedad de la situación y de la revuelta consumada, envió a Adoram, que estaba sobre el tributo, su principal recaudador de impuestos; y los hijos de Israel, para demostrar que estaban muertos en serio, lo apedrearon con piedras para que muriera. Esto ocurrió mientras Roboam aún se encontraba en Siquem. Pero el rey Roboam se apresuró, usó todas sus energías, para subirlo a su carro, para huir a Jerusalén, ya que finalmente se dio cuenta de la gravedad de la situación.

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