Y la batalla aumentó ese día; sin embargo, el rey de Israel se mantuvo en pie en su carro contra los sirios hasta la tarde, manteniéndose erguido por un gran esfuerzo de su voluntad; ya la hora de la puesta del sol murió. Ese fue el fin de Acab, el enemigo del Señor. Como él, todos los enemigos de Jehová serán destruidos, mientras Él mismo sostiene Su mano sobre los que confían en Él.

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