Y todo el pueblo de la tierra se regocijó; y la ciudad quedó en silencio después de que mataron a Atalía con la espada, cualquier seguidor que pudiera haber tenido todavía en la ciudad pensó que era mejor guardar silencio y no intentar ninguna manifestación hostil. Así el Señor puso fin a la persecución del tirano y restauró el verdadero culto en Jerusalén. El resultado habitual de la persecución siempre ha sido hacer que la Iglesia se llene de nuevo celo por Dios y por Su Palabra.

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