Pero nadie entre en la casa del Señor, el templo interior, el santuario propiamente dicho con su atrio, excepto los sacerdotes y los ministros de los levitas, es decir, para ayudar en la ofrenda de sacrificios; entrarán, porque son santos, apartados especialmente para este deber; pero todo el pueblo velará por el Señor, comportándose de una manera que esté en plena conformidad con todos los preceptos del Señor.

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