Y sacó el bosquecillo de la casa de Jehová, las estatuas de Asera instaladas por Manasés, fuera de Jerusalén, hasta el arroyo Cedrón, que fluía entre la ciudad y el Monte de los Olivos, y lo quemó en el arroyo Cedrón, y marcó él, el metal quemado, reducido a polvo, y arrojó su polvo sobre los sepulcros de los hijos del pueblo, los cementerios del pueblo llano, para deshonrar aún más las cenizas de los ídolos destruidos.

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