Ahora, por tanto, la espada no se apartará nunca de tu casa, siendo evidente su sangre en el asesinato de Amnón, la muerte de Absalón y la ejecución de Adonías; porque me despreciaste, ya que el que desprecia la Palabra de Dios lo desprecia a él, y has tomado la mujer de Urías, el hitita, para que sea tu mujer. Este fue el primer castigo. Pero más estaba por venir.

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