Todos los pecadores de mi pueblo, es decir, los que persisten en su impiedad y su falsa seguridad, morirán a espada, que dicen. El mal no nos alcanzará ni nos impedirá, es decir, nos precederá o alcanzará. Una vez que Dios está decidido a castigar a los malvados, no hay poder que pueda detenerlo, y todos los esfuerzos de los impíos por escapar de Su ira son inútiles.

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