Porque eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios, y el Señor te ha escogido para que seas un pueblo peculiar para él, entre todas las naciones que hay sobre la tierra. Por eso toda la vida del pueblo debía regirse por la obediencia, la veneración y la confianza infantil que Dios esperaba de ellos y que debía manifestarse incluso en los asuntos de la vida cotidiana.

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