Y el Señor oyó la voz de vuestras palabras cuando me habláis; y el Señor me dijo: He oído la voz de las palabras de este pueblo que te han hablado; han dicho bien todo lo que han dicho. Su súplica había sido motivada por la conciencia de su indignidad ante el Señor; mostraba una condición del corazón que era peculiarmente receptiva a los preceptos que Jehová estaba a punto de dar.

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