Y cuando escuché esto, rasgué mi vestido y mi manto, tanto el vestido interior como la cubierta exterior, y me arranqué el cabello de mi cabeza y de mi barba, todos signos de la más abrumadora pena y justa ira, y me senté. asombrado, con la mirada perdida en la nada, como alguien indefenso en un enojado disgusto.

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