Los hijos de Israel trajeron una ofrenda voluntaria al Señor, y todo hombre y mujer cuyo corazón los impulsaba, los exhortaba a realizar toda clase de obra que el Señor había mandado que se hiciera por mano de Moisés. Era una escena completamente diferente a la que había tenido lugar unos dos meses antes, cuando la gente se había dejado llevar por sus pasiones idólatras.

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