Y el SEÑOR endureció el corazón de Faraón, puso sobre él la maldición que merecía su obstinación, y no los escuchó, como el SEÑOR había dicho a Moisés. Si un pecador rechaza constantemente el arrepentimiento y el cambio de corazón, el Señor finalmente le inflige esta obstinación como una maldición.

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