Te convertiré en desolaciones perpetuas, en un desierto permanente y tus ciudades no volverán, no serán restauradas a su antiguo poder y serán habitadas de nuevo; y sabréis que yo soy el Señor. Idumea yace postrado y abandonado hasta el día de hoy, un recuerdo duradero de la ira punitiva del Señor cuando ejecuta sus juicios con justicia.

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