Por tanto, derramé mi furor sobre ellos, con los más severos castigos, por la sangre que habían derramado sobre la tierra, en el derramamiento de sangre y asesinato, y por sus ídolos con que la habían contaminado, siendo esta desvergonzada idolatría la segunda razón por la que el Señor se vio obligado a descargar su ira sobre Israel.

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