Y la doncella era muy hermosa a la vista, virgen, ningún hombre la había conocido; y ella bajó al pozo, llenó su cántaro y subió. Rebeca no dejó que la belleza la estropeara, ni el hecho de que fuera la hija de un hombre rico la hizo despreciar el trabajo manual. Ella personalmente bajó los escalones hacia el pozo, llenó su cántaro con agua y luego regresó al comienzo del camino.

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