Y cuando Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con un grito grande y muy amargo, y dijo a su padre: Bendíceme, también a mí, padre mío. Ahora se dio cuenta, cuando ya era demasiado tarde, de lo que había perdido, de lo que antes había despreciado tontamente. Sus palabras parecen indicar que pensaba que la bendición aún podía dividirse.

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