y esta piedra, que puse por columna, será la casa de Dios; y de todo lo que me des, ciertamente te daré el décimo. No fue una condición que Jacob expresó aquí, sino un reconocimiento agradecido de la seguridad divina. Con este voto, Jacob aceptó la promesa del Señor y declaró lo que, en su opinión, estaba incluido en ella. Tenía un evento definido ante sus ojos, porque la piedra que en la actualidad sólo servía como un recordatorio de la visión milagrosa, sería reemplazada por un monumento de la presencia y morada de Dios con su pueblo, y de los dones de Dios que serían venir a él como resultado de esa promesa que adjunta a cambio dedicó la décima parte al Señor. Esa es la forma apropiada de confiar en Dios, aceptar sus promesas con fe sencilla y adorarlo y servirlo a su vez.

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