Venid y vendámoslo a los ismaelitas, y no dejemos que nuestra mano esté sobre él; porque él es nuestro hermano y nuestra carne. Y sus hermanos estaban contentos. El atrevido plan de Judá les atrajo, ahora que la primera llamarada de su odio se había apagado. Sus conciencias no se cargarían con un asesinato y, además, tendrían el dinero de los esclavos para su beneficio.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad