Y ella lo agarró por su manto, lo agarró con fuerza de su manto exterior, diciendo: Acuéstate conmigo; quería tomar por la fuerza lo que no podía obtener con sus lujuriosas sugerencias. Y él le dejó el manto en la mano, huyó y lo sacó. Prefirió la huida con la pérdida de su vestimenta y de su buen nombre a la pérdida de su castidad. En lo que respecta a las concupiscencias juveniles, sólo hay una manera de tratarlas adecuadamente, a saber, huyendo de ellas, huyendo de la fornicación y toda forma de inmundicia. Porque es aquí donde nadie se atreve a confiar demasiado en sí mismo.

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