Ven, pueblo mío, entra en tus aposentos, ocultándote mientras Dios se venga de los impíos, y cierra tus puertas tras de ti, para estar a salvo de la perturbación; escóndete, por así decirlo, por un breve momento, hasta que pase la indignación, hasta que el juicio de Dios haya salido sobre sus enemigos.

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