Cavé y bebí agua, así que la jactancia de Senaquerib continuó, y con la planta de mis pies sequé todos los ríos de los lugares sitiados, es decir, donde faltaba agua, él hizo que sus hombres se la proporcionaran, y donde los arroyos obstaculizaban su avance, no tenía más que recurrir a los recursos a su disposición y las aguas se desviaron. Frente a esta orgullosa jactancia del asirio con respecto a su propio poder, el profeta explica que él no era más que la herramienta en las manos de Dios.

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