El que habita en esta ciudad morirá a espada, de hambre y de pestilencia, los tres grandes azotes del castigo de Dios que se han mencionado una y otra vez; pero el que salga y caiga en manos de los caldeos que os sitian, entregándose voluntariamente a ellos, vivirá, y su vida le será por presa, guardándola a salvo de la codicia de los enemigos.

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