Hija de mi pueblo, nación que el Señor ha escogido para los suyos, cíñete de cilicio, vestidura de arrepentimiento, y revuélcate en ceniza, en exceso de dolor y dolor; hazte duelo, como por hijo único, lamento más amargo, como el que se expresó golpeando el pecho; porque de repente vendrá sobre nosotros el destructor.

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