Y Josué había ordenado al pueblo, diciendo: No gritaréis, ni haréis ruido con vuestra voz, ni saldrá palabra de vuestra boca, hasta el día que yo os diga que griten; entonces gritaréis. La procesión lúgubre y silenciosa, avanzando sin un sonido, pero el paso de pies y los golpes de los cuernos de los sacerdotes, debe haber causado la impresión de una determinación inquebrantable.

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