Ahora, pues, líbranos a los hombres, los hijos de Belial, que están en Guibeá, para que los matemos y quitemos el mal de Israel. Con el castigo de los criminales, entregado a la justicia por los benjamitas, se habrían cumplido los requisitos de la ley y el mismo Benjamín habría sido reivindicado. Pero los hijos de Benjamín no quisieron escuchar la voz de sus hermanos, los hijos de Israel, y así se hicieron partícipes del pecado de los ciudadanos de Guibeá.

Israel aquí demostró ser una congregación del Señor, al dejarse gobernar y dirigir por la Palabra y la voluntad del Señor. Una verdadera congregación será celosa por el nombre y la honra de Dios, también luchando contra todos los actos pecaminosos y quitando de en medio la levadura de la maldad y la inmundicia.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad