Y respondiendo su compañero, dijo: Esto no es otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, varón de Israel; porque en su mano Dios entregó a Madián ya todo el ejército. Así, el Señor, a través de este sueño y su correcta interpretación, llenó de temor los corazones del enemigo, mientras fortalecía a su siervo para la tarea que le esperaba.

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