Cada sábado, él, el sacerdote de turno, lo pondrá en orden delante del Señor continuamente, siendo quitado de los hijos de Israel por un pacto eterno. En este sacrificio incruento, la congregación trajo el fruto de su actividad, de su vida y de su santificación ante el rostro del Señor, y así se le presentó como un pueblo diligente en buenas obras.

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