Pero el que había recibido uno fue, cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor.

La transición de la parábola anterior a esta es muy abrupta, lo que indica una conexión muy estrecha en el pensamiento. Es la cuestión de la fidelidad y su prueba en el juicio del último gran día. Dado que la hora del regreso del Señor es desconocida para nosotros, y dado que Él requerirá de nosotros un ajuste de cuentas, la lección de esta parábola es tan importante. El amo, al prepararse para su viaje, llamó a sus propios sirvientes, sus esclavos predilectos, de cuya fidelidad y voluntad de servir estaba convencido, y entregó sus riquezas para que las guardaran, confiando a uno de ellos cinco talentos, siendo cada talento de plata por valor de alrededor de 41.200, a un segundo dos, ya un tercero sólo uno.

Los había observado cuidadosamente y estaba convencido de que la cantidad que se le daba a cada uno para hacer negocios se correspondía con su capacidad comercial. Después de que el amo se hubo ido, el primer criado no perdió tiempo en invertir el dinero que había recibido de manera rentable. Tan bien tuvo éxito en sus empresas comerciales que pronto había duplicado su capital. De la misma manera, el segundo siervo ganó dos talentos por la inversión juiciosa de los dos que le fueron confiados. Pero el tercer sirviente carecía de energía y de iniciativa. Cavó un hoyo en la tierra y escondió allí el talento de plata.

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