Y Moisés dijo al Señor, en su profundo dolor por el cambio de los acontecimientos. ¿Por qué has afligido a tu siervo? ¿Y por qué no he hallado gracia en Tus ojos, porque has puesto sobre mí la carga de todo este pueblo? Sintió que el cuidado de todo el pueblo al gobernarlo y guiarlo era tan penoso que parecía un trato despiadado por parte de Dios. Este era el lenguaje del desaliento, no del tipo que murmura contra el Señor en secreto, sino del que busca ayuda y fortaleza solo de Él. Es la queja de la debilidad, pero no la queja de la incredulidad.

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