Y toda la congregación lo sacó fuera del campamento, lo apedreó y murió, como Jehová lo había mandado a Moisés. Así que la culpa fue eliminada de la congregación y el ofensor recibió su justa recompensa. Los miembros de las congregaciones cristianas nunca deben olvidar que se convertirán en partícipes de los pecados de otros hombres si permiten que la maldad continúe entre ellos y no toman los pasos prescritos por Dios para eliminar al pecador malicioso mediante la excomunión.

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