v. 28. Aun el necio, cuando calla, es tenido por sabio, y el que cierra los labios es estimado por hombre de entendimiento, siendo esta una amonestación para el necio por lo menos para que se abstenga de dar a conocer su falta de sabiduría y así para mantener una reputación de sentido común, si no puede hacer nada más.

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