v. 23. El que guarda su boca y su lengua, es decir, el que puede controlarlas adecuadamente, tanto al abstenerse de hablar como al hablar en el momento adecuado y con algún propósito definido, guarda su alma de las angustias; porque un necio locuaz siempre se crea dificultades.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad