El que encubre su pecado no prosperará, porque endurecer el corazón y ocultar la maldad no sirve de nada ante el Dios omnisciente y justo; pero el que las confiesa y las abandona, con arrepentimiento sincero y sincero, tendrá misericordia, porque Dios se alegra de aceptar con amor al que se arrepiente humildemente.

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