La vara y la reprensión, administradas adecuada y juiciosamente a un niño, dan sabiduría, sientan las bases para el logro de la verdadera moralidad; pero un niño abandonado a sí mismo, sin la debida disciplina, abandonado a su propia voluntad, avergüenza a su madre, cuya necia indulgencia es a menudo culpable de la degeneración de sus hijos.

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