Ellos, los enemigos que tan tontamente confían en su propio poder, son derribados y caídos, primero postrados, de rodillas y luego postrados; pero hemos resucitado y estamos de pie, firmes y seguros, sosteniendo el campo con facilidad, sin la menor angustia y temor. Terminado el solista levítico, todo el coro retoma el tema en una conclusión triunfal.

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