Estableceré tu simiente para siempre, es decir, en su dinastía, en los gobernantes de su linaje, y edificaré tu trono por todas las generaciones. Selah. Si esto se hubiera hablado de una regla terrenal y temporal solamente, entonces esta profecía se habría derrumbado, porque en ningún reino de este mundo hay en la actualidad ningún gobernante de la casa de David. Pero Cristo, que es verdaderamente un Rey, aunque Su reino no es de este mundo, es la Simiente de David cuyo gobierno durará por toda la eternidad. Es en referencia a esta promesa que vuelve a resonar la alabanza del salmista.

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