En ningún caso los arreglos del rey se quedaron cortos. No sólo se contrataron levitas, sacerdotes y cantores, sino también porteros y los que estaban a cargo de todas las provisiones reservadas para la obra sagrada. Estos, además, eran hijos de los primeros de la nación, así como de otros menos conocidos; y el mismo principio de selección democrática es echar suertes: participaron "tanto los pequeños como los grandes".

Es interesante notar en esta sección, además, cuánto tiempo los hombres esperaban con ansias la construcción del Templo. En la declaración de que el tesoro dedicado estaba al cuidado de Shelomot, algunos se especifican como apartados por Samuel, otros por Saúl, otros por Abner y otros por Joab. Al dar a Salomón el encargo de construir, David había hablado del tesoro que había reunido y había dicho: "Puedes añadirlo". Ahora parece que otros antes que él también habían hecho contribuciones al gran conjunto.

Estos hechos son sugerentes y útiles. Ninguno de nosotros puede jamás hacer nada completo por Dios. Todas sus obras son demasiado grandes. Nada de lo que tocamos es más que un trabajo iniciado y dejado caer antes de que las manos cansadas hubieran completado su tarea. Y, a su vez, nada de lo que tomemos podemos completar. Pero siempre vienen otros que continuarán el trabajo, porque la obra de Dios debe hacerse. Consideremos que es un gran honor haber tocado la obra en absoluto, y estemos contentos de haber dedicado un día de trabajo entre la mañana y la puesta del sol.

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