Con la adhesión de Josafat comenzó un período de reforma definitiva para Judá. En este capítulo tenemos, primero, el relato de su propia relación con Dios y la bendición resultante que recibió. Luego sigue un relato interesante de lo que en estos últimos tiempos se llamarían misiones especiales, organizadas por el rey y conducidas a través de las ciudades de Judá por representantes de los príncipes, los levitas y los sacerdotes.

Josafat puso en práctica él mismo, y con estos métodos especiales provocó que su pueblo pusiera en práctica el principio que Azarías había declarado a su padre. Coincidiendo con esta actividad interna, un temor notable del Señor cayó sobre la gente de afuera, de modo que dejaron de hacer la guerra contra Josafat. Así, Dios estaba con el hombre que estaba con él, y el resultado fue la oportunidad de fortalecer el reino interior mediante la construcción de castillos y ciudades, el comercio y la realización de muchas obras.

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