Joás, que subió al trono a los siete años, reinó cuarenta años. Todo lo que fue benéfico en su reinado parece haberse debido directamente a la influencia del sacerdote Joiada, porque "hizo lo recto ante los ojos del Señor todos los días en que el sacerdote Joiada lo instruyó".

Durante este período se reconstruyó el templo. Para ello, hubo, primero, la corrección de los abusos oficiales; y luego la institución de un sistema voluntario de donaciones. Sin embargo, la reforma no fue completa, porque los lugares altos no fueron quitados, y la gente todavía estaba cometiendo idolatría sobre ellos.

El capítulo termina con una amenaza de invasión por parte de Hazael, y Joás, en cobarde cobardía, lo compró entregándole todos los vasos y tesoros de la casa de Dios. Tal método de evitar un ataque es siempre peligroso y transitorio en su efecto.

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