Joacim se convirtió en tributario de Babilonia bajo el mando de Nabucodonosor. La continuidad del mal hizo imposible cualquier respiro, y está solemnemente escrito: "El Señor no perdonará".

A este respecto, los pecados de Joacim se atribuyen a Manasés, es decir, durante los cincuenta y cinco años del reinado de Manasés se selló el destino de la nación. Sus sucesores continuaron en su mal camino, y eso sin rastro de arrepentimiento o reforma.

Finalmente, Joaquín, que había sucedido a Joacim, fue llevado por Nabucodonosor, con todos los hombres de guerra y gobernantes que probablemente se rebelarían. En lugar de Joaquín, Nabucodonosor nombró a Sedequías su representante y vasallo. Sedequías ocupó este cargo durante once años, durante los cuales continuó con su mala conducta. Con el paso del tiempo se rebeló contra el rey de Babilonia.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad